La líder de Podemos, Ione Belarra, cargó este domingo contra el dueño de Mercadona, Juan Roig, y defendió la creación y despliegue de supermercados públicos con precios asequibles para competir contra el «oligopolio» de los privados, a los que tilda de «capitalistas despiadados».
El proyecto, llamado «Precios Justos», fue anunciado durante el acto ‘Sectores estratégicos para transformar’, organizado por la formación morada en Cáceres, y levantó rápidamente una gran polémica por su parecido con una ley venezolana. Resulta que el nombre de la medida es exactamente el mismo que el de una impulsada por Hugo Chávez en 2011 para fijar precios máximos.
Por aquel entonces, el izquierdista prometió precios justos «eliminando la plusvalía capitalista» y puso como ejemplo que el arroz se vendía un «40 por ciento por debajo» de lo que lo hacía la antigua Éxito, a la que expropió un local por primera vez, con el argumento de que incurría en especulación.
No son pocos quienes ven en esta medida como una más en la clara línea chavista que sigue la formación morada. Podemos lleva tiempo contra las principales cadenas de distribución en España, y en especial contra Roig, a quien Belarra llegó a tildar este domingo de «capo», al concentrar Mercadona el 25 % de la cuota nacional.
También insistió en que la intervención económica del Estado «es lo que mejor funciona», y subrayó que España necesita una farmacéutica, una tecnológica y una empresa eléctrica, todas públicas, más el «imprescindible» supermercado, «que baje los precios y proteja a los pequeños productores».
La Ley de Precios Justos venezolana fue impulsada por Chávez y afianzada por Nicolás Maduro. Pretendía limitar los márgenes de beneficio para los comerciantes al 30 % y ayudar a mantener los recién creados Abastos Bicentenario.
Aquella red, desaparecida en 2019, fue deficitaria durante más de diez años y con su cierre dejó a 10.000 desempleados. Además, desde 2015, Maduro añadió una ‘categoría especial de protección’ en la cesta básica, con la que escogía qué productos eran necesarios y cuáles no. Algo parecido a las cartillas de racionamiento que tantos regímenes impulsan.
(LB/El País)
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