El presidente de Uruguay, Luis Alberto Lacalle Pou, advirtió que la inédita crisis por falta de agua que padece Montevideo y la zona metropolitana, debido a una histórica sequía, puede agravarse en los próximos días.
«Si no llueve, va a haber un lapso en el que el agua no será bebible», reconoció el mandatario al explicar cuál es el estado de la emergencia hídrica.
Las escasas reservas que hay, agregó, servirán sólo para lavar y bañarse, por lo que el Gobierno reforzará los programas sociales que ya puso en marcha para tratar de que a nadie le falte agua potable.
«No es exacto el número, porque varía según las casas y las familias, pero (el agua bebible) es el 5 % del agua que se consume en cada hogar, que hoy se estaría consumiendo embotellada. La solución del (opositor) Frente Amplio, del Gobierno, de todo el mundo, es que llueva. Mientras tanto, a estirar la situación», señaló.
El presidente reiteró que el Proyecto Arazatí, a partir del cual se construirá una nueva planta potabilizadora, demorará por lo menos dos años.
«Mientras tanto, no hay un genio que frote la lámpara: tiene que llover», dijo al revelar que, a partir de esta semana, los 510.000 uruguayos afectados por la falta de calidad y la escasez del recurso van a recibir dos litros de agua embotellada de manera gratuita.
«Se les va a dar dinero para que puedan comprar esta agua (…), entonces, tenemos primero a 510.000 personas que están en la situación más vulnerable, que la tienen gratis, y el resto de la población que la tiene sin impuestos», agregó en medio de las crecientes críticas que hay en torno a su gestión de la emergencia.
El pasado 20 de junio, Lacalle Pou decretó la emergencia hídrica en Montevideo y la zona metropolitana, ya que la prolongada falta de lluvias y la abrupta caída de las reservas obligó a las autoridades a recurrir al estuario del Río de la Plata para mezclar su agua con la poca que queda almacenada.
El malestar de la ciudadanía va en aumento. Desde el mes pasado, las autoridades ya habían reforzado las recomendaciones para limitar el consumo de agua y, a su vez, tomaron medidas que provocaron que el líquido duplicara sus niveles de salinidad, ya que optaron por abastecerse de agua del Río de la Plata, que suele estar salinizada por su cruce con el Océano Atlántico.
Las protestas en los últimos dos meses han sido recurrentes. Al grito de «no es sequía, es saqueo», los manifestantes advierten que esta crisis fue provocada por la sobreexplotación de recursos naturales.
Mientras tanto, las autoridades reconocen que el agua podría agotarse en la primera quincena de julio. El problema es que la sequía no cede. Por eso, esta semana el suministro de agua dulce en la presa Paso Severino, que abastece a la ciudad, ha disminuido aún más, alcanzando uno de los niveles más bajos en la historia de la región.
También es histórico el poco caudal del río Santa Lucía, desde donde se solía tomar el agua para la planta potabilizadora que abastece a cerca de la mitad de la población uruguaya.
ART / LB
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