Sobre los problemas de electricidad en Venezuela se ha dicho mucho en los últimos años: apagones, fallas , racionamiento, y otra serie de desavenencias que han impactado a la población, no sólo por la negligencia del régimen, sino también por una gigantesca trama de corrupción de “sifrinos” que se llevó todos los recursos para su recuperación.
Se trata de Derwick Associates, una empresa de maletín señalada por las autoridades estadunidenses y venezolanas de enriquecerse y aprovecharse de la crisis energética y liderar una trama de lavado y corrupción internacional.
La empresa, liderada por Francisco Convit y Alejandro Betancourt, obtuvo 12 contratos inflados con el régimen chavista en un año, a pesar de no tener experiencia en el área.
Emergencia Eléctrica, una oportunidad para trampear
El 15 de febrero de 2010, el entonces ministro de Energía Eléctrica, Alí Rodríguez Araque, anunció desde Tacoa, estado La Guaira, que en mayo de ese año comenzaría a funcionar la planta termoeléctrica Picure, con 134 MW de potencia instalada, como parte del denominado plan de blindaje eléctrico de Caracas.
Se trataba de una acción para impedir que el descenso del nivel de agua en El Guri, producto del fenómeno El Niño, generara apagones en Caracas y en el resto del país.
Para ello, se programó la construcción de otras seis plantas más, entre ellas El Sitio, Guarenas I y II y La Raisa I, II y III. La procura, ingeniería y construcción de cinco obras quedó en manos de la compañía Derwick Associates.
De acuerdo a los balances del Ministerio de Energía Eléctrica, la planta terminó costando 240 millones de dólares, un monto exorbitante considerando que los equipos utilizados para la instalación no eran nuevos sino usados.
Se comprobó que Derwick subcontrató a ProEnergy Services, con sede en Sedalia, Missouri (Estados Unidos), que ya había ejecutado obras y vendidos equipos en Venezuela desde el año 2005.
De acuerdo a documentos filtrados por Daniel A. Rosenau –un extrabajador de la empresa ProEnergy- se trató de “una ambición desmedida de gente rica que robó sin importar el daño que hacían a los habitantes de un país, solo por codicia”.
Rosenau reveló que tanto la compañía estadounidense como la venezolana tuvieron información privilegiada cerca 23 meses antes de que se decretara la emergencia eléctrica el 8 de febrero de 2010, decreto con el cual Chávez facilitaría la contratación de obras y servicios para el sector sin necesidad de licitación.
De este modo crearon una arquitectura de negocios donde destaca el sobreprecio en obras y la venta de equipos mayormente usados pero ofertados a precios superiores a los nuevos.
Gracias a ese esquema, ProEnergy obtuvo con Derwick ingresos por el orden de 1,3 millardos de dólares, mientras que Derwick facturó al Estado venezolano, por los mismos contratos y solo por hacer la intermediación, 2,25 millardos de dólares, unos 809 millones de dólares más que lo cobrado por su aliado.
Por si fuera poco, la empresa logró la asignación para construir 12 plantas, adecuar equipos en Nueva Esparta, la venta de 42 turbinas, 81% de segunda y tercera mano traídas de California, Misisipi, China, Qatar y Tanzania. De esta última se adquirieron cinco de una compañía en quiebra.
Todas eran reparadas para cobrar como nuevas, con el conocimiento de funcionarios de las instituciones venezolanas según demuestran papeles oficiales.
Por las turbinas de Tanzania ProEnergy ofreció $34 millones, mientras que desde la oficina de compra de Bariven –filial de Pdvsa– en Holanda salió una orden de compra por cuatro máquinas por $76 millones, mucho más de 100% de ganancia.
De acuerdo con un reporte operativo oficial del Sistema Eléctrico Nacional del año 2015, solo tres de cada diez turbinas vendidas e instaladas por Derwick, estaban disponibles. Las demás se encontraban paradas por mantenimiento o desperfecto, o nunca entraron en operación, como es el caso de la planta A de Sidor.
Todo queda en familia
Un empleado de ProEnergy que laboró en la construcción de la planta A de Sidor confesó que muy pocas veces veían al personal de Derwick en las obras.
Los “bolichicos” estaban en las oficinas del penthouse del edificio Kyra, ubicado en el municipio Chacao. Recordemos que tanto Alejandro Betancourt como Francisco Convit, y otros jóvenes que participaron en esta trama, vivieron en La Lagunita y estudiaron juntos en el colegio Cumbres, a cargo de la polémica orden Legionarios de Cristo. Como dice el dicho, “todo queda en familia”.
Convit fue detenido en enero del 2020 en el aeropuerto de la isla de Margarita por parte del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), tras ser señalado por la corte federal de Miami de liderar una trama de corrupción de $ 1,2 millardos, la llamada trama de “Los Bolichicos”.
LB
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